15 de agosto de 2024
La dramática filmación de Apocalypse Now: Brando descontrolado, actores infartados, tigres sueltos e intentos de suicidio
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Hace 45 años se estrenaba una de las obras maestras de Francis Ford Coppola. Se trató de una de los rodajes más accidentados de la historia. La megalomanía del director convirtió la filmación en su propio infierno, en su propio Vietnam
Coppola supo que para llegar a la verdad, para transmitir lo que había sucedido no bastaba con acompañar al Capitán Willard mientras se internaba en el infierno. Él también debía descender al infierno. Y hacia allá fue en un viaje demencial, obsesivo y hermosamente doloroso. Apocalypse Now, una obra maestra, sigue, incólume, mostrándolo.
En los últimos meses Francis Ford Coppola fue noticia por la presentación en algunos grandes festivales de Megalopolis, su película más reciente. En realidad lo que generó gran repercusión fue el enorme presupuesto que fue financiado por el propio director poniendo en juego su patrimonio. Y las dificultades para estrenarla en salas comerciales ante el nuevo panorama en el mundo de la distribución y exhibición cinematográfica. Megapolis parece un típico proyecto Coppola: desmesurado, megalómano, esperanzado en el poder del cine. Y, claro, algo anacrónico.
No es la primera vez en su carrera en la que pone en juego su patrimonio y su prestigio, en que se embarca en un rodaje complicado, que le lleva mucho tiempo y le trae enormes problemas. Tal vez el gran ejemplo sea la manera en que creó una de sus (tantas) obras maestras: Apocalypse Now, de la que se cumplen 45 años de su estreno.¿Cuántas cosas pueden salir mal mientras se hace una película? Esta parece respondernos que muchísimas, casi todas.
George Lucas fue el primer director interesado. Se barajó la posibilidad de filmar en el estilo guerrilla, en medio de la contienda bélica del sudeste asiático, con poco equipo y escaso presupuesto, en unas pocas semanas. La idea la archivaron por ser muy peligrosa. El guión siguió recorriendo oficinas de Hollywood durante años. Lucas olvidó el proyecto luego del éxito de American Grafitti y se dedicó a Star Wars.
Francis Ford Coppola, en ese momento, parecía (y se sentía) infalible. Venía de una trilogía casi insuperable. Las dos del Padrino y La Conversación. Tenía éxito de público y unanimidad crítica. Podía hacer lo que quisiera. Su megalomanía, casi innata, se incrementó con las circunstancias. Deseaba hacer su película bélica y el guión de Milius era una gran ocasión.Pero Coppola se inclinó por Filipinas. Los escenarios naturales se asemejaban más y el clima también. Otra ventaja para la producción: los filipinos eran los únicos que les permitían rociar e incendiar sus árboles con Napalm. El gobierno filipino y en especial el dictador Ferdinando Marcos estaban encantados con la llegada del equipo norteamericano. Significaban dólares y publicidad.
Así que acordó resolver la primera gran dificultad de producción con la que se toparon. El ejército norteamericano retaceó toda colaboración con la película por la mala imagen que se daba de él. La producción, a través de una carta firmada por el director, se quejó amargamente al general de turno porque colaboraban con películas como Los Boinas Verdes y otras similares con un marcado sesgo nacionalista. Pero el ejército filipino acudió en su ayuda. Y les permitió utilizar sin restricción algunos de sus helicópteros, elementos claves para la película.Apenas iniciado el rodaje comenzaron los problemas. Una organización armada se levantó contra el gobierno local. Eso hizo que todos los helicópteros fueran sacados del rodaje y destinados a sofocar el levantamiento. Unas semanas después se restableció la provisión de aeronaves. Pero los pilotos cambiaban todos los días (eso exigía que las explicaciones e instrucciones se renovaran cada 24 horas) y también los helicópteros y sus modelos. La otra dificultad era que el equipo debía apresurarse a pintarlos con el color e insignias de los norteamericanos, dejar que la pintura se secara antes de que las cámaras se prendieran y al final de la jornada reinstaurar el color original.El de los actores fue otro rubro que trajo sus inconvenientes. Antes de viajar, en el momento de la preproducción, el equipo de casting pretendió contratar a Steve McQueen para el papel de Willard, el protagonista. McQueen casi acepta pero se negó a estar fuera de su casa (y lejos de Ali McGraw) tantas semanas. Así que optó por hacer el rol de Kurtz, que solo acarrearía tres semanas de labor.
Faltaba muy poco para empezar a filmar y Coppola no tenía a ninguno de sus dos actores protagónicos. La frustración lo invadió. En un ataque de ira abrió la ventana de su oficina y arrojó sus cinco Oscars. Eleanor, la esposa, mandó a sus tres hijos a levantar las piezas rotas del parque.
El director decidió hacer un casting. Su actor principal sería un desconocido. Eso también falló. Hasta que faltando poco para despegar eligió a Harvey Keitel. “Era el actor más talentoso que podíamos conseguir, pero no era apropiado ni para el papel ni para el lugar de rodaje”, declaró Coppola varios años después.Martin Sheen encontró a su personaje el día que filmaron la secuencia inicial. El director le dijo que sería solo una prueba. Charlaron sobre la situación, sobre ese hombre esperando en el calor y la soledad de la habitación de hotel vietnamita. El alcohol, la desolación, el hastío. Sheen se compenetró tanto que rompió un espejo de un puñetazo y se cortó la muñeca. Ensangrentado siguió la escena, nadie detuvo las cámaras. De esa manera, Apocalypse Now encontró el comienzo y el tono adecuado.
En tanto, Dennis Hopper no pasaba por una buena época. Vivía borracho y drogado. Pero todos los miembros del equipo coinciden en que su conducta no era disruptiva. Para aceptar actuar exigió que la producción le diera 25 gramos de cocaína solo para su consumo personal.
Cuando Coppola consiguió seducir a Marlon Brando para el papel de Kurtz sintió que todo empezaba a sanar. Era el más grande actor vivo: pronto se daría cuenta de la amplitud de la acepción. Ambos habían congeniado en El Padrino.
Pero el día que Brando llegó a Filipinas nadie podía creer lo que veía. El actor estaba obeso, su forma física se alejaba mucho de la ideal para el personaje: un marine, atlético y pendenciero, un militar con aura mitológica e invencible que seguía ejerciendo en la selva.Eso no fue todo. Una mañana, sin haberlo consultado antes, Marlon Brando llegó al set completamente rapado. Kurtz sería entonces pelado y ostentaría unos 140 kilos: no podía alejarse más de lo que había soñado Coppola. Otra exigencia: deseaba que su personaje se llamara Coronel Leighley; de hecho hay algunas tomas descartadas que muestran al personaje de Harrison Ford llamándolo de esa manera. Al cumplirse la tercera semana pactada por contrato, Brando desapareció de Filipinas a pesar de que todavía querían hacer unas tomas más. Su sueldo fue de 3 millones de dólares. El horror, el horror.
La búsqueda de verosimilitud condujo a excesos insólitos. En el cuartel de Kurtz debía haber un búfalo de agua partido al medio. No lo mandaron a hacer en utilería. Kurtz tenía también un tigre. Cuando la producción lo consiguió se dieron cuenta de que la jaula era demasiado grande para ingresar al avión. A alguien se le ocurrió poner otra dentro del avión, con todos los pasajeros sentados, con carne en su ingreso para conducir a la fiera hacia su nuevo hogar. Pero el tigre tomó la carne y de un salto se paró amenazante en el techo de la jaula. La gente empezó a gritar con desesperación y trataron de huir como podían. El piloto filipino salió por la ventana de su cabina y se sentó en una de las alas de la nave. Se negó a volver a subir hasta que el tigre estuviera enjaulado y con candado. Recién allí el avión pudo despegar. El piloto, al arribar a destino, solo descendió cuando por la ventanilla se aseguró de que el tigre ya estaba en un camión rumbo al set.
Un par de días después la policía filipina tomó el set, decomisó los cadáveres, tomó declaraciones a todo el equipo y se llevó detenidos a algunos técnicos. Esos cadáveres habían desaparecido de un cementerio cercano. El proveedor filipino nunca les contó de qué manera había cumplido con el pedido recibido. En su búsqueda alucinada de autenticidad, el equipo también había inundado el set de ratas muertas.
El éxito de sus películas anteriores le hicieron sentir a Coppola que nada podía salir mal y produjo él solo la película con ventas anticipadas a los distribuidores, hipotecas y capital propio. Pero los errores en el cálculo del presupuesto, los imponderables y los meses de dilación hicieron que las deudas (y los disgustos) se acumularan. Los cuatro meses previstos se transformaron en un año y cuatro meses. Alguna vez contó que no menos de tres veces pensó en suicidarse durante el proceso. A pesar de su éxito, Coppola no quedó inmunizado luego de Apocalypse Now. Siguió arriesgando, jugando en la cornisa y un par de años después con One from the Heart, su película musical, llegó el colapso que había sorteado milagrosamente las ocasiones anteriores.
La película, sin finalizar, se estrenó en el Festival de Cannes en 1979. La aprobación (o el deslumbramiento) fue inmediato. A pesar de no haber sido, como se intentó cuando se la imaginó, la primera película sobre Vietnam. Demoró tanto que varias llegaron al público antes, entre ellas El Francotirador de Michael Cimino, director que también tendría su propio colapso, con Heaven’s Gate.