12 de agosto de 2024
La macabra historia de la mujer que asesinó a su hijastro de ocho años: le pegó un hachazo y lo asfixió
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La dominicana radicada en en España purga su condena mientras persisten sospechas sobre la posibilidad de que también haya matado a una de sus hijas
Miguel Ángel continuaba conduciendo horas y horas y ella comenzó a ganar algún dinero como empleada doméstica. Miguel Ángel tenía buen corazón y pensaba mucho en aquella bebé que Ana Julia había dejado en República Dominicana en la casita precaria en manos de quién sabe quién. Por eso cuando obtuvo sus papeles legales le propuso a Ana Julia llevar a España a Ridelca, para que viviera con ellos. Estuvo de acuerdo y Ridelca con 4 años llegó en diciembre de 1995 para unirse a la familia. Ya eran cuatro. Miguel Ángel le comunicó rápidamente a su mujer que quería adoptar a la pequeña. No llegaría a hacerlo. La felicidad no duró nada.
En marzo de 1996, casi tres meses más tarde, Ridelca apareció muerta en el patio interno del edificio en el que vivían. Había caído al vacío durante la noche desde una ventana del séptimo piso. Eran las 7.30 cuando su diminuto cadáver fue hallado. Ana Julia explicó histérica que la pequeña estaba acostumbrada a salir y entrar por la ventana de la chabola en República Dominicana y que era sonámbula. Todos le creyeron, nadie puso en duda la versión. La vida siguió con Judit de 2 años, pero sin Ridelca. Ana Julia consiguió otro trabajo, esta vez en una carnicería, y se mostró rápidamente recuperada del drama.En 2009 Ana Julia alegó malos tratos por parte de él y solicitó el divorcio. La justicia le impuso a Miguel Ángel una orden de alejamiento de su ex y de su hija. Judit quedó viviendo con su madre y terminó sin poder ver a su padre durante unos cuatro años.
Cuando el hombre murió, ella cobró el seguro y se quedó con las alhajas y cosas de valor que había en la casa. Ya corría el año 2012 y Ana Julia festejó la partida de su pareja gastando ese dinero en una cirugía estética de mamas.
Nada lerda, enseguida Ana Julia buscó a otro hombre, también enfermo con cáncer de garganta. Los familiares de su nueva pareja la denunciaron: sostenían que ella había tomado 17.000 euros de los ahorros de él y que había usado parte del dinero para hacerse otra operación estética. Ana Julia siguió adelante y encontró una nueva víctima amorosa: un carpintero llamado Sergio que vivía en Las Negras, Almería. Se mudó con él, pero en esta ocasión, Judit, quien ya era mayor de edad, escogió irse a vivir con su padre. Estaba harta de su madre y de la mala relación que tenían. Ana Julia festejó la idea y no opuso reparos.Fue justamente en ese bar Black que Ana Julia conoció a Ángel David Cruz el último día del año 2016. Rápidamente lo puso en su mira. Los hombres buenos eran su objetivo. Ángel tenía un hijo llamado Gabriel, a quien adoraba, producto de su relación con su ex Patricia Ramírez. El romance de Ana Julia y Ángel comenzó con la salida del sol del primer día de 2017.
En noviembre de ese mismo año ella se mudó con su nuevo amor. El pequeño de 7 años vivía con su madre en el centro de Almería, pero pasaba todos los fines de semana sin excepción con su padre en La Puebla de Vícar. Con la aparición de Ana Julia en la vida de su padre el pequeño mundo de Gabriel experimentó un maremoto insoportable. Poco se sabe de la convivencia de los tres, pero la psicóloga de Gabriel, a la que el niño acudía para superar el divorcio de sus padres, le dijo a Ángel que tenía que dedicarle más tiempo de “calidad” a su hijo porque el menor se sentía abandonado y “desplazado”.Muchas veces, por complicaciones con su trabajo, Ana Julia ayudaba y llevaba a Gabriel a los juegos o preparaba su lunchera escolar. La realidad es que sin que Ángel supiera, la competencia mortal entre Ana Julia y Gabriel se había desatado. A veces surgían contratiempos de logística y, poco antes de la desaparición de Gabriel, Ana Julia y Ángel habían tenido que suspender un viaje con amigos para cuidar al menor. Ana Julia perdió los estribos y le dijo enojada a sus amigos: “El niño es suyo… Que se encargue él”.
La madre de Gabriel notaba algunas alteraciones en la conducta de su hijo: angustias repentinas y sentimientos de no ser querido. La psicóloga que lo apuntalaba, le llamó por esto la atención al padre. En eso estaban, con la lucha de Ana Julia contra Gabriel soterrada pero creciente, cuando pasó lo que pasó.El martes 27 de febrero de 2018 Gabriel Cruz (8), quien estaba de vacaciones en la casa de su abuela paterna por ser feriado puente turístico por el Día de Andalucía, quiso ir a jugar con sus primos. La abuela paterna lo dio permiso y a las 15.32 Gabriel salió caminando de esa casa en Las Hortichuelas, en el parque natural del Cabo de Gata, una pequeña localidad de cien habitantes. Iba a jugar a la casa de sus familiares ubicada a escasos 100 metros de allí: debía cruzar una calle y atravesar un corto camino de tierra. Esto era algo que hacía habitualmente. Pero ese día, en ese breve trayecto, su rastro se perdió.A las 18, su abuela que lo esperaba a tomar el té, se preocupó. Como su nieto no había regresado, se dirigió a la casa de sus parientes. Se llevó una sorpresa: le dijeron que Gabriel no había ido en ningún momento hasta allí. Llamó de inmediato a los padres del pequeño. A las 20.30 Ángel David Cruz decidió no esperar más y fue a la comisaría para denunciar la desaparición de su hijo. La primera búsqueda policial, a la que se denominó Operación Nemo, se centró en los alrededores de esas casas, pero no dio ningún resultado.Fue en una de esas expediciones, que en un desolado paraje cerca de los acantilados de Las Negras, en Almería, y a unos cinco kilómetros del lugar en que había sido visto por última vez Gabriel, que Ana Julia halló una remera blanca del pequeño. El padre reconoció la prenda y los detectives la mandaron a analizar de inmediato. El laboratorio de la Policía Judicial confirmó que la camiseta contenía ADN de Gabriel Cruz.
Ana Julia, participante activa en la búsqueda de su hijastro, era por las noches quien sostenía los desvelos desesperados de Ángel. El padre estaba absolutamente devastado: ¿Cómo podía haberse evaporado de esa manera su pequeño en una ruta tan corta y tan habitual para él? Era inexplicable, sobre todo porque Gabriel era un niño obediente y sumamente temeroso.
El 7 de marzo de 2018 la Guardia Civil interrogó a Ana Julia Quezada: ella era quien había visto primero la prenda blanca que había sido analizada. Le parecía que ella podría haberla plantado en ese lugar para incriminar a su ex pareja. Todo era posible. Los investigadores, muy intrigados con esta mujer que parecía tan colaboradora -que vestía una remera con la cara de su hijastro estampada- decidieron seguir de cerca sus pasos. Para esto instalaron en su vehículo, sin que ella lo supiera, una cámara y un micrófono. Esa decisión de los investigadores resultaría clave.
El 11 de marzo de 2018 la búsqueda de Gabriel culminó de la peor manera. Era domingo y Ana Julia se dirigía en su vehículo a la finca que la familia Cruz tiene en Rodalquilar. Los agentes de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil la siguieron de cerca sin que ella lo notara. La observaban de lejos en la propiedad de su familia política. Ella movía tablones en el jardín, iba y venía. Colocó algo en el baúl antes de volver a ubicarse frente al volante.Entre la sorpresa y el espanto los agentes la esposan, mientras Ana Julia gritaba: “¡¡No he sido yo!! ¡Yo solo he cogido el coche esta mañana!”. Está muy claro que mentía. Que lo que había intentado era mover el cuerpo para deshacerse de él.
¿Cuál era su plan? ¿Arrojar lo que quedaba de Gabriel -aquel pequeño que soñaba con ser biólogo marino- al agua para que desapareciera de la faz de la tierra? Seguramente.
Mientras Patricia y Ángel despedían desconsolados a su hijo en un funeral, Ana Julia confesaba haber encontrado al menor al salir de la casa de su abuela, haberlo invitado a ir a la finca con ella y ser la autora del crimen “por accidente”. La detenida admitió a la policía haber asfixiado al menor tras una “discusión”. ¿Se puede llamar discusión al intercambio de dichos entre un niño de 8 años y una mujer de 43? Ana Julia sostuvo imperturbable, para defenderse de la mirada acusadora, que el niño la había atacado. Que habían forcejeado con el hacha antes que ella hiciera lo que hizo a continuación.
Los detectives ya imaginaban el móvil de la madrastra: celos enfermizos, perturbadores. El 15 de marzo los investigadores se dirigieron a la finca de la familia Cruz en Rodalquilar donde hallaron el pozo en la tierra donde Ana Julia había escondido el cuerpo sin vida de Gabriel que luego había intentado disimular con maderas y piedras decorativas. El 20 de marzo el titular del juzgado encargado del caso solicitó que se abriera una investigación para esclarecer si Ana Julia Quezada le había suministrado ansiolíticos a Gabriel antes de matarlo, ya que habían encontrado esas sustancias en su vehículo. Su abogado defensor, Esteban Hernández Thiel, alegó que era ella quien los tomaba por encontrarse bajo tratamiento. El 5 de abril, el informe ampliado de la autopsia de Gabriel sostuvo que había muerto de forma muy violenta y “una o dos horas después de comer”.
Ángel, el padre de Gabriel estaba doblemente golpeado: “Dormía con ella, me consolaba a mí cada noche, ¡y yo no sospeché nada!”, llegó a decir quebrado. Todos supieron que, además de consolarlo, le administraba altas dosis de diazepam (relajante muscular y sedante) y le repetía: “Cuando aparezca Gabrielito y esto acabe, nos vamos a casar”. Lo cierto es que hacía tiempo que ella quería convencerlo para que ambos dejaran España y se mudaran a República Dominicana a vivir a aquella casa “de lujo” que se había comprado. Mejor dicho: que otra pareja anterior le había regalado.Mientras esta historia dramática se aclaraba, comenzó a hablarse de la otra terrible muerte ligada a la vida de la acusada. La de la hija mayor que había caído dormida por una ventana en un terrible “accidente”. Luego del asesinato de Gabriel las autoridades tenían más herramientas para dudar del sonambulismo que la madre le había adjudicado a la menor. Es más: estaban convencidas de que Ana Julia habría empujado a Ridelca al vacío en medio de la noche. En el momento en que se produjo esa muerte, ella no fue interrogada: estaba, supuestamente, en estado de estrés traumático imposibilitada de declarar. Una omisión imperdonable a la vista de lo que siguió.Un detalle no menor: el cuerpo de la chica había caído bastante lejos de la pared, como si hubiese sido lanzada o empujada. No parecía un tropezón accidental. Los investigadores del caso Gabriel creyeron que el móvil había sido quitar del medio al “pequeño estorbo” en su vida. Los menores parecían interponerse siempre con sus deseos. Pero probar eso resultaba imposible a la altura de los acontecimientos. La sospecha quedó instalada. Ridelca no obtuvo jamás justicia. Lamentablemente, Gabriel tuvo que hacerlo por ella.
El 12 de abril de 2018 Ana Julia, desde su lugar de detención, escribió una carta de dos páginas y la envió al popular show de televisión “El programa de Ana Rosa”. Allí garabateó una verdad indiscutible: “Quité a la persona que amo lo más grande que uno puede tener: un hijo”. También, usó esas hojas para esgrimir nuevas excusas para justificar su accionar, insistir con la hipótesis del “accidente” y pedir perdón a los padres de su víctima. Todos, sin excepción, vieron en esas palabras solamente conveniencia.El 31 de diciembre del mismo año intentó lastimarse en la celda y debieron ponerle acompañamiento. El 24 de enero de 2019 la fiscalía solicitó formalmente la prisión permanente revisable al considerarla culpable del delito de asesinato con alevosía. Le atribuyó otros dos cargos por lesiones psíquicas a los padres y solicitaron que ella cubriera los gastos médicos y farmacológicos generados (unos 85.000 euros para cada uno).
El 10 de septiembre Ana Julia Quezada reconoció que mató a Gabriel Cruz a pesar de que la relación con el niño “era muy buena”. Los padres de Gabriel la miraron a la cara y Patricia Ramírez le recriminó entre lágrimas: “Eres mala, rematadamente mala”.
Entonces ella le quitó el arma, pelearon y luego le tapó boca y nariz para que se callara de una vez. Al darse cuenta de que el niño no respiraba, dijo que “presa del pánico y bloqueada sin saber qué hacer”, tomó el cuerpo del menor, lo sacó de la casa, cavó un pozo donde lo enterró. Cuando los padres se percataron de su ausencia, ella no se animó a confesar lo ocurrido a su pareja y optó por ocultarlo. Dijo que en su angustia intentó quitarse la vida con pastillas, pero no pudo probarlo. El teniente de la Guardia Civil que declaró en el juicio reveló que si bien encontró cocaína en la casa donde supuestamente se habría producido el intento de suicidio no había hallado ningún tipo de barbitúricos para que ella pudiese realmente suicidarse. El jefe de la Policía Judicial, el capitán José María Zalvide, sostuvo frente al jurado que aquella camiseta del menor hallada en el monte había sido colocada por la acusada para desviar la atención hacia su ex pareja: que esa zona había sido revisada antes y no habían encontrado nada.
La fiscalía sostuvo algo muy diferente a lo que contó la defensa: que la imputada “consciente de su superioridad” sobre Gabriel, lo atacó de forma “súbita y repentina” cuando lo llevó a la finca ya con esa intención. Golpeó al menor con violencia, le tapó la nariz y la boca “hasta provocar su fallecimiento por asfixia” y luego durante doce días montó una farsa donde se mostró preocupada por su pareja.Judit (25 años al momento de celebrarse el juicio), la única hija viva de Ana Julia Quezada, en su declaración, le dijo al juez que el día del crimen de Gabriel su madre la había llamado a la medianoche.
Judit: -Del mismo día.
Judit: -La relación era corta, un whatsapp o a lo mejor una llamada una vez al mes. Ella me llamó y me dijo eso y yo ya tenía angustia.
Judit: -Me dice: Nena, ha desaparecido Gabrielito.
Siguió hablando: “Yo he intentado tener el cariño de mi madre. Yo le decía a mi padre que no entendía porque ella no me quería como una madre. Y mi padre me decía que yo tenía que entender que a lo mejor su forma de ser era diferente. No entendía porque no era una relación buena entre madre e hija. Creo que nunca he escuchado un `te quiero´ de su boca”.
El juez consideró que Ana Julia Quezada fue quien tuvo la oportunidad de cometer el crimen y resaltó su “malvada voluntad” para cometerlo y su “falta de sentimientos y de humanidad”. El 19 de septiembre el veredicto fue: culpable de asesinato con alevosía.
Javier de Santiago, director de la Unidad de Análisis de Conducta Criminal de la Universidad de Salamanca resumió que Ana Julia es: “Una psicópata de libro” y que este tipo de personas suelen adaptarse perfectamente a la vida en la cárcel. Sostuvo que: “Es una mujer fría que siente vergüenza, pero no siente culpa. Se derrumba ante el hecho que la han pillado, no porque se sienta culpable. Cuando se la ve afectada es porque está imitando sentimientos. (...) condujo sin despeinarse durante 70 kilómetros con el cuerpo del niño luego de desenterrarlo (...) La parte narcisista la tiene muy instalada (...) yo con mi cuerpo de mujer puedo conquistar a cualquier hombre, como mujer los puedo volver a todos locos”.
La primera prisión donde Ana Julia Quezada comenzó a cumplir su condena fue en la cárcel de mujeres de Acebuche, en Almería. Ingresó con un régimen de aislamiento. Cuando pasó a un régimen normal tuvo un altercado con otras convictas que sabían quién era y qué había hecho. La amenazaron repetidas veces por lo ella misma pidió regresar al sistema de aislamiento.En el año 2044 Ana Julia podría pedir que su situación sea revisada. Tendrá 70 años. Pero para salir en libertad deberá demostrar que está rehabilitada y pasar antes por un régimen semiabierto. No podría vivir donde lo hacía y no podría acercarse a menos de 500 metros de los padres de Gabriel. El fallo la condenó a pagar 600.000 euros para los progenitores por daño moral, otros 160.000 euros para la abuela paterna y también debería hacerse cargo de los 200.203 euros que costó la búsqueda del menor. Dinero que obviamente no tiene.
La madre de Gabriel está muy enojada con quienes quieren producir documentales sobre el crimen de su hijo. Ha rechazado todas las propuestas que le han hecho y en mayo pasado llamó a una conferencia de prensa donde denunció que había una productora preparando una serie y que la detenida había podido filmar y grabar audios. Dijo que esto lo sabía por fuentes fidedignas. Ese hecho les provoca “aún más daño si cabe y nos obliga a exponernos públicamente de nuevo para detenerlo (...) En este momento están existiendo irregularidades y personas que están intentando lucrar con su muerte dañando no solo su memoria sino obviando todo el dolor y saltándose las normas”, dijo. Pidió ayuda para frenar la producción de cualquier documental sobre el tema. El lema convocante de la protesta fue “Nuestros peces no están en venta”. El padre de Gabriel está de acuerdo con ella y no quiere que nadie se beneficie con el asesinato de su hijo.Patricia Ramírez prometió querellar a la asesina de su hijo y a la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias por estas grabaciones llevadas a cabo en la cárcel de Brieva. Además, reveló que fue el propio ex abogado de la condenada quien promovía ese proyecto audiovisual. Patricia ha sido clara y contundente: no quiere que se utilice la tragedia de su hijo para el morbo y entretenimiento del público y se ha convertido en una abanderada en la lucha de otras familias que han vivido hechos similares y como ella se niegan a ser parte del hoy exitoso género del true crime. Se opone a que sean revictimizados y quiere que la escuchen bien y fuerte: Ana Julia llevó a engañado a su hijo “a un sitio, donde sabía que nadie podía verla, para matarlo. ¡Que nadie olvide eso!”.Como consecuencia de sus declaraciones el Ministerio del Interior expresó su solidaridad con los padres de Gabriel y, en junio pasado, la productora del documental que ya había sido contactada por las autoridades como consecuencia de la denuncia, se comprometió a no seguir adelante. Patricia pidió públicamente en el Senado español un Pacto de Estado para proteger a víctimas y familiares: asegura que eso les evitaría vivir con miedo, por ejemplo, de encontrarse en la tevé con la asesina de su hijo charlando con un periodista.