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29 de julio de 2024

Cuatro puntos claves para entender por qué Maduro cometió el mayor fraude de la historia de América Latina

El dictador venezolano no podía permitir que el voto popular lo eyectara del poder y lo despojara de la impunidad con que se manejó durante años. Por eso ejecutó, gracias al aparato estatal, una estafa electoral colosal que indigna al mundo

>Las actas electorales se sucedieron una tras otra, en cascada. Todas arrojaron un resultado similar, contundente y esperado: Edmundo González Urrutia arrasó en las urnas y debía ser ungido como el nuevo presidente de acuerdo a la voluntad venezolana. La ventaja era, en cada caso registrado, mayor a 30 puntos porcentuales e idéntica a lo que dictaban los boca de urna independientes. El delfín de María Corina Machado supo encarnar la esperanza popular luego de una letanía de 25 años de chavismo que convirtió a una de las naciones más ricas de América Latina en una sombra de lo que alguna vez fue.

El operativo comenzó temprano, cuando apócrifas encuestas a boca de urna auguraban una inverosímil y holgada victoria del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Hasta el ex presidente ecuatoriano Rafael Correa y el ex mandatario boliviano Evo Morales se prestaron a la treta y la difundieron felices, victoriosos. En ella se decía que Maduro se imponía ampliamente sobre González. La mentira se descubrió a los minutos: se trataba de un sondeo hecho por una empresa fantasma. Ninguno se disculpó: quizás empleen artes similares.

El chavismo -esa máquina deshumanizada de corrupción que expulsó a millones de venezolanos de su tierra y que una vez fuera además los privó de su derecho básico a votar- reforzará a partir de ahora su estructura interna, aumentará la persecución y la represión y consolidará sus pocos resortes internacionales con los socios que le quedan: Rusia, China, Irán, Cuba, Nicaragua y Bolivia. Alguna autocracia más se sumará a esa galaxia, pero ninguna con fanatismo por la alternancia.

El primero de ellos es la incontable cantidad de causas que rodean a Maduro y sus laderos. La Corte Penal Internacional (CPI) lo investiga por crímenes contra la humanidad. Esos delitos fueron documentados una y otra vez por la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (ONU). El último informe se refería al “alarmante aumento en las desapariciones forzadas antes de las elecciones presidenciales en Venezuela”.

Desde hace años esa oficina describe detalladamente cómo el chavismo -que este domingo falsificó las elecciones presidenciales- tortura, desaparece, secuestra y asesina venezolanos por el solo hecho de enfrentar a la dictadura. Karim Khan, el fiscal de la CPI que lleva la investigación contra Maduro, deberá sumar ahora un nuevo capítulo a su expediente: el robo alevoso de votos. Hay quienes imaginaron para él un juicio similar al que condenó a Slobodan Milošević. Por ahora no ocurrirá.

Pero también pesaba sobre él el riesgo de la extradición, bajo los múltiples cargos por narcotráfico que lo tienen a Maduro -y gran parte de la estructura piramidal chavista- bajo la lupa de la DEA, en los Estados Unidos, el organismo encargado de perseguir y desarticular carteles de la droga. Maduro es señalado por la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York de ser uno de los capos del Cartel de los Soles junto a gran parte de la cúpula militar venezolana.

Geoffrey Berman, el fiscal que sigue el caso, cree que desde 1999 hasta 2020 Maduro y Cabello, entre otros, “participaron en una conspiración narcoterrorista corrupta y violenta entre el Cartel de Los Soles y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)”. Para Berman, el pope del régimen “ayudó a dirigir y, en última instancia, a liderar el Cartel de Los Soles a medida que ganaba poder en Venezuela”. La cabeza de Maduro tiene precio: 15 millones de dólares.

A lo largo de sus 25 años en el poder, el chavismo soñó con ser punta de lanza de una revolución bolivariana que se expandiera por todo el mundo. Lo logró por momentos en América Latina, donde cosechó adhesiones de líderes que terminaron en el ocaso político o sospechados de ser parte de crímenes transnacionales.

En ese tiempo y en momentos de vacas flacas, el régimen -autopercibido rebelde y revolucionario- se sometió a otras potencias. Cedió sus recursos naturales al mismo tiempo en que denunciaba injerencia imperialista norteamericana y levantaba las banderas de la soberanía. Ese doble estándar se puso de manifiesto con la entrega de la explotación minera a China y Rusia a cambio de una supuesta protección internacional. Ese paraguas sirvió para soportar las sanciones que Washington le impuso por sus violaciones a los derechos humanos.

En último término, el chavismo armó una estructura de poder tan gigantesca que desarmarla sería un desafío colosal e inhumano para cualquier gobierno que llegue al Palacio de Miraflores. Los más básicos cargos de funcionarios, de miembros de la justicia, del aparato de inteligencia, de las fuerzas armadas, de las misiones diplomáticas y de ejecutivos de las empresas estatales, entre otros, deberían ser reemplazados de inmediato para poner fin a más de dos décadas de sangre, corrupción y complicidades.

¿Cuál de todos ellos estaría dispuesto a perder sus privilegios mansamente? Pero más tenebroso para Maduro: ¿cuál de ellos sería el primero en “traicionar” a sus superiores y detallar con exactitud meridiana los desniveles morales en que se basó el Socialismo del Siglo XXI? Ese cabo suelto -que podrían ser miles- podría chocar de frente con cualquier potencial acuerdo entre bambalinas que pudiera sellar algún encumbrado miembro de la élite chavista. Y ese era otro de los puntos que no podían quedar a merced de las urnas.

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