20 de mayo de 2024
La misa de sanación de Leda: historias de dolor y esperanza y pedidos de curación de miles de fieles
El Santuario de Nuestra Señora de Lourdes desbordó de peregrinos que llegaron este sábado para ver a Leda Bergonzi, la sanadora rosarina de 44 años que tiene una historia particular: es laica, está casada, tiene cinco hijos y un nieto y su fama de curar por imposición de manos trascendió las fronteras. Fue su primera vez en Buenos Aires y demostró su magnetismo
Al finalizar la misa, Leda pasó detrás de la Gruta. Allí le llevaron al primer niño para que le hiciera imposición de manos: Mateo, de 8 años, que tiene Síndrome de Down y aún no habla. Su madre, Silvia Ramírez, estaba conmovida. Llegó desde Florencio Varela y logró entrar al predio minutos antes de la misa. Tuvo suerte: un sacerdote la vio muy angustiada y la llevó hasta allí. “Leda lo tocó, me dijo que me quedara tranquila y que estuviera aquí hasta que todo termine. No pensé que la iba a ver”.
A las 14.22, Leda misma anunció que comenzaría en minutos la “adoración”. Antes, recibió a Selva Castillo y su sobrina Antonella, una chica con muchos problemas de visión y cinco operaciones, que llegó desde Formosa para verla. “Tenía un tumor y me empezó a apretar en los ojos”, dice la joven, que hace rato quería encontrarse con Leda.
Después comenzó a cantar, acompañada por guitarras y una batería. En medio del mantra también habla, arroja frases como “entremos en la profundidad”, “eres lo que llegó, eres lo que nunca se va” o “todo espíritu inmundo cambiará”. Propone “que la familia cristiana tenga una experiencia renovada, ustedes son mi familia”. La gente hamacaba sus brazos. Muchos lloraban.
En el final, Leda comenzó a sanar. Con dificultad, se hizo una suerte de corralito, donde las personas, muchos en silla de ruedas, pasaban para que los toque mientras cerraba los ojos y pronunciaba una onomatopeya incomprensible, en voz muy baja. Uno tras otro fueron transitando. En Rosario, con menos gente, la atención es más personalizada, sin dudas.
Antes de comenzar, Leda prometió quedarse “hasta que pase el último de ustedes”. Y allí fueron, como un enorme ejército doliente y esperanzado, un río humano en busca de un milagro que les devuelva la vista, la movilidad y por qué no, la dignidad. En un momento, debió subir a una pared para tranquilizar a una multitud desesperada. Cuando esta nota se publique, Leda continuará en su puesto. Sus manos, hoy, tocaron miles de frentes, hasta la última que alcance a ingresar al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes.