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DEPORTES

27 de octubre de 2014

"Pechito" López, campeón del WTCC: acelerar siempre, rendirse jamás

Años pasaron para que Argentina volviera a tener un campeón mundial en pista. Antes fue Juan Manuel Fangio, en F1.


Hace 13 años, el Gobierno provincial de José Manuel de la Sota había decidido apoyar a Gabriel Pozzo. El entonces campeón del Grupo N del Rally Mundial vivía momentos de dulzura: quería pasar al equipo Skoda y esperaba el “sí” del Estado provincial para tener el dinero su­ficiente. Mientras, un juvenil José ­María Lópezentraba a la Fórmula Renault Italiana solo con su alma. Era un niño.

...No hubo nadie desde los órganos del poder que supiera ver la chance. “Pechito” demostraba calidad y hambre de gloria con apenas 20 años...

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Cuestión de oportunidad, aquella vez –y en los años que siguieron– no hubo nadie desde los órganos del poder que supiera ver la chance. La apuesta por Pozzo no resultó y el equipo de rally del Gobierno se desvaneció en el aire. Mientas, en Europa “Pechito” demostraba calidad y hambre de gloria con apenas 20 años, se fajaba con rivales como Robert Kubica (a quien venció en 2002 cuando fue campeón en Italia) y esperaba un espaldarazo desde Argentina.

El apoyo nunca llegó. No llegó en 2003, cuando Minardi lo llevó a Vallelunga a probar y López padre recorría los despachos de Repsol YPF. Aquellos días, De la Sota llegó a enviar un fax a la petrolera para forzar una definición y la gestión del entonces presidente Néstor Kirchner quedó “cajoneada” en el despacho del titular de la empresa, Alfonso Cortina.

Ni en 2009, cuando el equipo fantasma del USF1 apareció en la Argentina con un boceto de un auto que no existía. La chance de que un argentino se subiera a un Fórmula Uno excitó a funcionarios nacionales y provinciales, que salieron rápido a sacarse la foto de rigor. Siempre listos.

Pero el USF1 fue un bluf. El auto por el que la familia López debía reunir unos ocho millones de dó­lares (de los que pagó, y nunca ­volvió a ver, unos 800.000) no vio la luz jamás y “Pe­chito” se quedó en Argentina, olvidado por el poder y condenado a luchar contra los varones del automovilismo nacional.

López padre nunca se resignó. Sólo él seguía confiando en la capacidad de su hijo y no quería seguir viendo cómo semejante talento deambulaba por las vetustas pistas del país, peleando contra la miseria local. Por eso, en agosto de 2013, insistió a su hijo para que corriera la carrera del WTCC en Termas de Río Hondo. Donde ganó e impresionó a Yves Matton, jefe de Citroën. Fue un golpe de suerte; pero, como dicen, la suerte es talento más oportunidad.

 

José María López, en 2001, cuando todavía corría en karting (Foto: La Voz / Archivo).

 

Campeón mundial
Ahora, “Pechito” es campeón del mundo. Con todas de la ley. Contratado por un equipo de primer nivel como Citroën, no pagó un peso por su chance y fue tratado como un profesional desde el minuto uno. Ahí está el valor de su logro. En abrirse paso sin la billetera, sin contactos, sin el lobby del siempre polémico Automóvil Club Argentino.

El cordobés es una figura planetaria gracias a sus dotes.

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Vale la pena de recordar la satisfacción de dirigentes y rivales por aquel despiste en la final del Turismo Carretera 2009, en Buenos Aires. El cordobés iba directo a ganar el título de campeón en la categoría más popular del país y una mancha de aceite lo dejó afuera. Hubo alivio entre los que lo vieron como un azote. Para ellos, el cordobés siempre fue un espejo que les devolvía la imagen de atraso que cargan desde hace años. No lo soportaban.

Aquel fracaso golpeó a “Pechito”. Pero se repuso. Como en su primera prueba fuerte en Italia, cuando a Kubica le devolvieron varios puntos en la final de la Fórmula Renault en 2002; o como cuando el USF1 desapareció y el cordobés le quedó sólo el buzo antiflama (que guarda entre sus recuerdos). Así ha sido su vida desde que en 1993 comenzó a correr en karting por los circuitos de tierra de Córdoba. El sufrimiento no es una excepción.

Hijo de la generación del “un peso, un dólar”, el piloto de Río Tercero aprovechó la chance que dieron los años de 1990 para viajar, competir y vivir en Europa.

Se fue muy joven al Viejo Continente, aprendió inglés, francés, lo contrató Renault como promesa y se exigió a fondo esperando una oportunidad en la Fórmula Uno que no llegó.

Este título es fruto de una obsesión familiar, de una aventura solitaria. Nunca existió en Argentina, el reino del corto plazo, un programa de desarrollo para jóvenes pilotos. Y no es que el Estado deba invertir en la formación de quien podría ser el nuevo Juan Manuel Fangio, cinco veces campeón mundial de Fórmula Uno. Pero en los últimos años hubo tal nivel de arbitrariedad de gastos en el deporte (el “Fútbol para Todos” es la quintaesencia) que, ante tanto talento, el cordobés se hubiera merecido una porción.

Ahora, su carrera tomó otra dimensión. Se convirtió en uno de los mejores pilotos del mundo en autos con techo. Citroën le hará un nuevo contrato y el cordobés tendrá la oportunidad de escribir páginas con nuevos triunfos. Por supuesto, los gobernantes no tardarán en saludar al campeón, subirse a su victoria, hacer propio el logro y prepararse para la foto.

López debería no ir a ninguna recepción. Pasar de las invitaciones políticas que buscan acercarse al triunfador como quien se pega a una piedra preciosa que, por su propio brillo, los terminará alumbrando. “Pechito” debería festejar con su familia, sus amigos y los que siempre lo bancaron. Desde 1993 hasta hoy. Los que saben que su logro es un logro excepcional.


 

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